En una ocasión, una persona a la que quiero mucho me dijo “la conciliación familiar no existe, hay que apretar una pierna contra la otra (ella no lo dijo tan fino) y tirar pa’ lante”; primero me entro la risa por la espontaneidad de mi compañera, y luego casi que las ganas de llorar por la realidad del mensaje.
Y es que, ¿¿qué es eso de la conciliación familiar??. Si buscas su significado más literal, éste se refiere a la compatibilidad de los tiempos dedicados a la familia y al trabajo. O dicho de otra manera, que exista un equilibrio entre el tiempo que dedico a las distintas áreas de mi vida: laboral, familiar, de ocio y para mí misma. Estas dos últimos habitualmente suelen ser inexistentes.
Si eres mujer como yo, me da igual que trabajes dentro o fuera de casa, estarás de acuerdo conmigo en que la conciliación familiar deja mucho que desear. Las horas que pasamos en el trabajo son una realidad, y como mucho, si tu familia se lo puede permitir, puedes pensar en reducir tu jornada. Apenas hay ayudas para las guarderías (si es que las hay) y dios bendiga a los abuelos que nos sacan de un sinfín de apuros.
Pero en gran parte, la dificultad de hacer malabarismos entre familia y trabajo se debe a que nos sobre cargamos con responsabilidades que no nos tocan. Si tanto tú como tu pareja trabajáis fuera de casa, porqué casi siempre da la sensación de que el trabajo de él es más agotador. Digo esto porque si a pesar de llegar hecha polvo a casa, eres tú la que sigue funcionando “tengo qué hacer la comida para mañana, acordarme de que el niño lleve al cole el papel firmado y ponerme con sus deberes, y después planchar todo lo que hay en la silla que si no…”está claro que me estás dando la razón.
Y qué me dices del runrún de cabeza que aparece cuando tienes cinco minutos de descanso “creo que no le estoy dedicando suficiente tiempo a los niños, seguro que me estoy perdiendo algo, paso mucho tiempo en el trabajo…y cuando estoy en casa tengo tantas cosas que hacer que luego no tengo paciencia… ¿seré mala madre?”
Lógicamente cada uno coloca sus prioridades donde le parece, el problema está cuando por sistema lo primero en mi lista son las tareas hogareñas, casi si me apuras, antes que los niños y la pareja, y al final de todo por supuesto aparece una misma. Soy la primera a la que le gusta tenerlo todo recogido, pero entre tener la casa como un quirófano y que no te coma la porquería, hay un término medio. “¿Mamá, te sientas a ver un poco la tele conmigo?; no puedo cariño, tengo que fregar los platos” a cosas como esta me refiero cuando digo que priorizamos lo que hay que hacer en casa y no a la gente de mi casa. Y repito, las cosas hay que hacerlas, por supuesto, pero quizá no sea necesario que se haga todo en el tiempo que tú quieres, o al ritmo que te gustaría que muchas veces suele ser al borde de la embolia de la rapidez con la que vamos.
Quizá, y sólo quizá debas replantearte a que quieres dedicar tu tiempo cuando no estás trabajando. Aprende a posponer y a delegar; probablemente que los peques dejen las cosas tiradas sólo te molesta a ti, así que puede que no sea tan importante, sólo molesto.
Y sobre todo y por encima de todo no te olvides de ti, de cuidarte, de quererte y no exigirte lo imposible. Estoy convencida de que ya lo estás haciendo muy bien.