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La depresión, una enfermedad incomprendida.

La depresión es una de las enfermedades psicológicas más comunes en nuestros días. Las previsiones estadísticas afirman que para el año 2020, una  de cada 6 personas sufrirá depresión, convirtiéndose en la segunda causa de incapacidad a nivel mundial. Desgraciadamente, el hecho de que la depresión sea un problema común no significa que sea comprendido y aceptado a nivel social.

Muchas personas no acaban de creerse que la depresión es una enfermedad producto de un trastorno psicológico. Muchas personas lo que creen es que es una debilidad de carácter cuando no una opción personal. Sentirse mal, cansado, sin ganas de hacer nada, sentirse triste, con dolores por todo el cuerpo, no tener ganas de vivir…es el estado que produce una depresión. No es una elección de vida, sino un estado inevitable fruto de una depresión.

¿Quién no ha escuchado alguna vez expresiones del tipo?…»la depresión es de débiles», «el que está deprimido es porque quiere…yo jamás podría estar deprimido/a». No nos engañemos, si bien las personas resilientes, con vínculos afectivos sólidos y sensación de control sobre su propia vida, son menos proclives a sufrir una depresión, nadie está exento de sufrirla.

Son varios los errores que cometemos al enfrentarnos a esta enfermedad. El primero es confundir la depresión con la tristeza. La tristeza no es un estado patológico, es una reacción ante determinadas circunstancias de impronta negativa que desaparece con el paso de los días. Al contrario, la depresión es una patología , una enfermedad en la que es necesario recurrir a los psicofármacos y por supuesto a la psicoterapia para tratarla. Otro error muy extendido es pensar que la fuerza de voluntad es suficiente para combatir la depresión. La persona deprimida no quiere sentirse mal pero a menudo su voluntad no le basta. Debemos tener presente que la depresión no solo es un estado emocional sino que también sienta sus raíces en cambios en el funcionamiento del sistema nervioso. Por tanto, pedirle a la persona deprimida que “ponga de su parte” o tacharla de “floja” y “perezosa” no será de gran ayuda. Y sin duda no nos olvidemos, la inercia que nos lleva muchas veces a proponer a la persona deprimida a «poner de su parte» sugiriéndole ir a fiestas o participar en actividades divertidas. Todo esto, acaba por generar en la persona deprimida un sentimiento de frustración y culpabilidad, ya que cuando el tiempo pasa y no hay mejoría ni cambios positivos tanto los demás como la propia persona enferma se tiende a responsabilizar de que no desea curarse.

Algunos pacientes expresan como se sientes de esta manera:

«Yo no elegí que el sufrimiento entrara a mi vida, ni la depresión es esa etiqueta que me hace menos apto para la vida. Yo lucho mis batallas y no deseo tu compasión ni tu indulgencia, solo tu comprensión y un apoyo sin juicios ni reproches.»

«¿Y si te pones en mis zapatos y sientes lo que yo siento? Mi mundo está roto en pedazos y no sé como reconstruirlo, he perdido el control sobre todo y avanzo entre tinieblas. Solo entiéndeme, solo por hoy, ponte en mi lugar…»

A veces, nuestras propias limitaciones y desconocimiento nos incapacita para ayudar a una persona deprimida. Muchas veces apoyando, acompañando, y por supuesto no juzgando ni responsabilizando, puedes convertirte en una guía en esa batalla de la persona deprimida.

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