Hemos nacido en una sociedad competitiva, una sociedad que premia a los mejores, que recompensa los más aptos. A día de hoy, para poder conseguir cualquier cosa debemos competir: para un puesto de trabajo, para obtener la mejor nota, para ganar algo (un concurso, una carrera), incluso con tus amigos compites más a menudo de lo que puedas imaginar…
Pretendemos ser los mejores, o por lo menos, mejores que los demás y por ello competimos, pero, muchas veces ser los mejores en algo no depende de nuestra capacidad intelectual, física… sino de un valor que es muy importante: la constancia.
La constancia es una cualidad que nos enseña que hay que mantener en el tiempo con firmeza las resoluciones y la línea de conducta que nos hemos fijado. La constancia trata entonces de aprender a adquirir hábitos pero con esfuerzo.
Si observamos a nuestro alrededor es muy común encontrarnos con personas con muchas condiciones y con muy buenos propósitos y no logran sacar provecho de todas sus cualidades y la razón es, porque son inconstantes, sus resoluciones no tienen firmeza carecen de carácter y de fuerza de voluntad para mantenerlas en el tiempo.
La Constancia por lo tanto es imprescindible no sólo en la formación y en la superación moral de una persona sino en todos los aspectos de la vida. Y es muy importante saber que la constancia puede trabajarse, y de esta manera podremos lograr todo lo que nos propongamos.